El ámbar ejerce una gran fascinación en la humanidad desde
hace milenios. Ya en el Lapidario de Plinio El Viejo (23-75 d.C.) se le
atribuyen propiedades curativas, como la capacidad de combatir la locura y
la disuria. Pero también se consideraba que podía atraer la buena suerte:
los gladiadores romanos llevaban trozos de ámbar cosidos en sus ropas. Pero, ¿qué es el ámbar? La respuesta que nos da la
mitología está íntimamente relacionada con su origen divino, ya que se le
asocia con las lágrimas de seres superiores. En la actualidad la ciencia,
lejos del imaginario mitológico y legendario acerca del ámbar, puede dar
otra: se trata de una sustancia orgánica de origen vegetal y composición
química muy compleja, producida por un buen número de árboles.
El desplazamiento por gravedad de la resina sobre los
troncos de los árboles posibilita que sean atrapados muchos organismos,
tanto voladores como terrestres. Esto permite que no sólo encontremos una
gran diversidad de artrópodos conservados en el ámbar, sino que también
pueda preservarse su comportamiento: es como si viésemos una imagen de
hace millones de años congelada en un trozo de ámbar.
En la antigüedad se pensaba que cuando los rayos del sol
tocaban la superficie del mar se transformaban en ámbar. En la actualidad,
investigadores del Instituto Geológico y Minero de España están trabajando
en la identificación de los insectos hallados este verano en el yacimiento
cretácico de Sant Just (Teruel), ejemplares que acaban de salir de una
oscuridad casi eterna… 110 millones de años después de que los rayos del
sol los iluminasen por última vez. |